Solo quiero dibujar su sonrisa, sobre todo su sonrisa. Siempre comedida, reservada, inteligente.
Su sonrisa enmascarada. Sonrisa de hoyuelos que enmarcaban su sonrisa, sincera y contenida.
Su sonrisa cincelada por labios estrechos, su sonrisa prudente, circunspecta y privada.
Una sonrisa ahorradora, cautelosa y bien perfilada.
La sonrisa de una rosa plasmada en su boca.
Señora era esa su sonrisa, la sonrisa de una rosa.
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Un niño de doce años llega como siempre media hora antes al colegio. Como siempre le esperan los que son todavía más madrugadores que él. Como siempre, su padre le había dejado a las 8:30 en la puerta del colegio de paso a su trabajo.
Mientras cerraba la puerta del coche seguía pensando en la cena de ayer, habían hablado sobre el año 2000. Las grandes frases fueron las protagonistas: que si los coches volarán, que si los viajes a Marte serán algo habitual, que si el Barça ya habrá ganado cinco Copas de Europa 🙂
Ya en el cole, el niño les sacó el tema a sus amigos. Alucinaron. En aquellos tiempos se alucinaba y no se flipaba. Sentados a la vera de las gigantescas palmeras que en esos tiempos no tenían enfermedades ni se conocía al tal ‘picudo’. Les rodeaba un entorno mayestático donde el niño y sus amigos se daban cuenta de su insignificancia rodeados de tantos jardines, escalinatas, balaustradas y cuadros de santos y de curas importantes entre los que -por cierto- destacaba un tal San José de Calasanz.
El sonido del timbre de llamada a las clases rugió agudo y sostenido. El llamado les sacó del fragor de la conversación y rápidamente se dirigieron a la puerta de entrada. Era el momento de subir escaleras, anchas, marmóreas, desgastadas por las pisadas de miles de niños que antes que ellos habían subido por esas mismas escaleras obedeciendo a ese mismo sonido.
Entre escalón y barandilla nuestro niño pensó, ¡qué mayor que seré en el año 2000! Rápidamente calculó que para entonces tendrá unos treinta y seis años. ¿Cómo seré con esa edad?, ¿tendré pelo? -se preguntó-.
Treinta y ocho años después de ese día, ese no tan niño se encontró unas viejas fotos del año 2000…
¡Por Dios, qué joven que era!
Perdona que te llame tía porque cuando he hablado sobre ti siempre te he llamado “la Paca” y hablando contigo eras simplemente Paca.
Quiero rendirte mi pequeño homenaje Paca. Y como te gusta leer y has leído casi de todo, no te importará ojear estas cuatro palabras que te quiero dedicar, querida Paca.
Mis primeros recuerdos tuyos son en tu casa de Montornés, yo era solo un niño y tú una mujer adulta. No te ofendas Paca, pero el recuerdo que tengo más nítido de aquellos años es el de una perrita setter que tenías, “la Negrita”. Como ya te he dicho, yo era solo un niño.
Años más tarde te redescubrí ya en tu casa de Barcelona. Yo hacía la mili en el cuartel de Navas de Tolosa y me aficioné a parar, cuando camino de casa pasaba por tu calle. Conocí a una mujer inteligente, me sorprendió tu cultura, de la que por timidez, pudor o prudencia no solías alardear. Eras una rara avis en los tiempos que no estaba bien visto que las mujeres quisieran leer tanto. Probablemente luchaste contra esos prejuicios, pero siempre a tu manera.
En los tiempos de mi mili hablé contigo y conocí a una gran conversadora que curiosamente era mi tía, aunque de verdad, lo de tía estaba bien, pero siempre pensé en ti como en la Paca. Recuerdo a tu perro de aquellos años, un enorme perro lobo o ese era el nombre de la raza que pomposamente le adjudicabas.
No sé por qué, pero sin ningún motivo aparente nos alejamos otra vez. Ya solo te volví a ver en eventos como los de hoy y en el entorno de alguna que otra enfermedad a la que con coraje te enfrentabas. Recuerdo también la manera con la que mirabas a tu hermana Rosa, era especial, yo presentía que era de ese tipo de personas a las que tú admirabas querida Paca.
El viernes pasado te vi y otra vez te conocí. Te mostrabas clara, sin engaño, enfrentándote a la muerte con una entereza sobrecogedora. Joder Paca, ¡qué valentía! Me transmitiste serenidad y buen rollo a pesar de tu estado. Paca, te quiero decir que eres pura dignidad. Hoy he visto a tus hijas y a tus nietos y has dejado en ellos alegría, sí claro, ha habido algunos lloros, pero cuando hablábamos de ti a todos nos afloraba una sonrisa en los labios, para ser un entierro no está mal ¿no, Paca?
Como ha dicho hoy un increíble señor de nombre Jaume Camarasa, vas a otra dimensión, la de la energía, la de la luz. Sé que te ha encantado lo que ha dicho ese fantástico cura, ojalá todos los sacerdotes hablaran de esa manera de Dios, un dios creíble y verdadero.
Paca, tal y como han dicho tus hijas has dejado alegría y amor. Yo debería estar triste pero no, mientras escribo este pequeño homenaje, sonrío.
Por favor Paca, dale recuerdos a la Yaya. A tu querida hermana Rosa dale un beso muy fuerte de parte de su “mocico”. Otro beso también a tu padre al que no pude conocer. A Juan Francisco dile que todo bien, seguro que ya os habéis cruzado alguna que otra coña, os conozco y, es inevitable.
Un beso Paca.
Los lugares son como los sentimos.
En pocos días viajaré a mi querido pueblecito del sur de Murcia, ¡qué digo pueblecito!, casi mejor decir poblado.»Las Puntas» (Puntas de Calnegre) está equidistante entre dos bien conocidos pueblos de la región, Mazarrón y Águilas y pertenece a Lorca por la parte más municipal. Una Lorca hasta hace bien poco desconocida para la mayoría de no murcianos y puesta en el mapa por un terrible terremoto.
«Las Puntas», como le llaman los más allegados, forma parte de mi paraíso particular. Decir Puntas es decir libertad, decir Puntas es simplicidad, es mar, mar de verdad, con algas, con erizos y piedras, con levante y con lebeche y con sol, «muncho» sol.
Decir Puntas es sobre todo recordar cuando yo era un zagal. Decir Puntas y escuchar una voz que dice -ha llegado «el Catalán».
Decir Puntas es también decir «el Mapa», «los Eucaliptos» o el «Kilómetro quince» y a las nueve de la noche recoger el bocadillo de Nocilla que mi madre me preparaba. Decir Puntas es pensar en el patio de Elvira, la guitarra de Frank y en las estrellas. Decir Puntas y estoy viendo la pequeña televisión de don Mateo, el obligado cine casero en un poblado sin luz, al que acudían los veraneantes y algunos parroquianos que por supuesto se traían sus propias sillas para disfrutar de la sesión. Funcionaba con un pequeño generador, en las Puntas todo era pequeño menos el mar, en aquellos tiempos cuando no se había inventado ni las pulgadas ni el color, en aquellos tiempos de cuando yo era un chaval.
Decir Puntas y pasar por el cuartel, y de «puerta», Cristobal el guardia. Decir Puntas y jugar con los hijos de «el Cabo». Decir Puntas y montar en la burra de Ginés José y en Calnegre la sonrisa de mi amigo Paquito, el hijo de «el Rubio». Decir Puntas y ver la «Casa de los Lagartos», «el poyo» y las dos escaleras de atrás de «la Concha» o «la Mercedes» y su Bar. Decir Puntas y recordar la escuela y a la mujer de «el Yanki» llamando a voz en grito a su ¡Giiinesiiiiico y Periiiiiico!. Decir Puntas y barajar las siete y media a la luz de los candiles, a peseta y a cincuenta céntimos. Decir Puntas y observar las palmeras de doña Leticia, y a lo lejos la «Casa Colorá«, más allá, cerquita la mar.
Decir Puntas y correr entre las tomateras, cabezos, calas y playas. Decir Puntas y nadar entre rascacias, lechas y pulpos. Y haber conocido a gentes, gentes como Vicente, la Anica o Norberto, y otros; el Nene, la Paqui, la Mamen, Francisco el gitano, la Gini, Martín y no muchos más.
Decir Puntas y bailar las fiestas del pueblo, y «enlestirse», pantalones apretados blancos y paseos, calle arriba y calle abajo. Decir Puntas y nunca querer recogerse. Decir Puntas era y es libertad, levante y lebeche y mar.
Decir Puntas son mis ojos de niño soñando sin mirar y ver a mis hijos hacer las cosas, de cuando yo era un zagal.
PD (Las gentes de Puntas llevan ya tiempo luchando contra el derribo de sus viviendas por no sé qué líos de mojones y lindes; cosas de leyes de costa e intereses de políticos y especuladores. Queridos amigos punteros, estoy con vosotros de todo corazón)
Durante el Camino he escuchado dos frases que han calado dentro de mí. La primera decía algo parecido a «si todos nos comportáramos fuera del Camino como nos comportamos en él, el mundo sería diferente» y la segunda hablaba del destino y de la senda para arribar a éste… «si no vives el Camino, la meta no tiene sentido».
Parte de mi post final sobre mi Camino de Santiago en año Jacobeo 2010, año de Indulgencia Plenaria, se orientará sobre estas dos sentencias.
La solidaridad de las personas y el transcurso de sus Caminos a Santiago, sus porqués, porque hay muchos caminos encauzados en una sola senda. Travesía que emprendemos y que llamamos «el Camino»: muchos caminos, tantos como personas se aventuran en él. Hay gente que lo realiza con espíritu festivo, con amigos, con ganas de compartir experiencias. Otros como reto personal, o deportivo, o como senda espiritual… o como camino de fe, o como mezcla de todo lo dicho o… con infinidad de motivos variopintos que se pueden entremezclar y cruzar, tantos como pueda llegar a pensar o razones tenga el ser humano.
He podido apreciar otra vez en éste mi tercer Camino, que la gente es solidaria, que se ayuda, que comparte, que está presta a las necesidades del otro. He visto vivir el Camino, unos sufriendo, otros disfrutando. He observado encuentros, despedidas y desencuentros. Yo he vivido el Camino y otras personas también. El Camino es la lluvia, la nieve, el barro, los ríos, las piedras, las subidas, bajadas, los amigos, la compañía, la soledad, el cansancio, el dolor ¡Tantas cosas!
Es la metáfora en movimiento de la vida, es un largo momento de reflexión personal. De preguntarte ¿Qué hago bien? ¿Qué hago mal? De responderte hoy un sí, y mañana un no.
El Camino enseña que no hay límites pero que hay adversidades, que el dolor duele pero se supera, que es necesario descansar para continuar, que es bello y a su vez agota pero que hay que seguir.
Y al final se llega, y desde el Monte del Gozo llega el gozo, la alegría, se ven las torres de la meta. El camino llega a su fin, la felicidad se entrecruza con la tristeza. Ya se termina y piensas – ¡No me voy a emocionar! Te emocionas, y llegas y cumples con las tradiciones. Descansas, ya hace días que echas de menos a tu familia ¡Qué ganas de verlos! … y aprecias más lo que tienes.
Todo esto y probablemente mucho más, ha significado para mí el Camino de Santiago. Mi afán de búsqueda se ha quedado de momento satisfecho. Lo necesitaba para apreciar desde la distancia lo que tenía, lo que tengo, mi familia, el trabajo, los amigos. Lo necesitaba para confirmar una idea que cada día ronda con mayor virulencia en mi cabeza. El «Fin» no justifica los «Medios» sino que la mayoría de las veces los «Medios» son los que deben justificar el «Fin».
El Camino de Santiago es honesto, hay que ir venciendo caminos y sendas de diferentes tipos, la meta diaria es una, no siempre la alcanzas, pero puedes quedarte antes y no por eso has perdido. Ya llegarás mañana, las circunstancias de hoy te lo impedían. En nuestros trabajos lo vemos diariamente, la dura competitividad, los egoísmos, las metas y los fines lo copan casi todo, se da poca importancia al camino cuando es en sí mismo la propia meta, nuestra firma de identidad.
Por mi parte espero no olvidarme. Para finalizar este escrito sólo deciros que he sido feliz en el Camino, pero que lo soy mucho más escribiendo desde mi casa. Todos debemos racionalizar nuestras vidas y escoger caminos que busquen metas, pero debemos andarlos con honestidad. Si no comprendemos la meta al final del camino, no escojamos esa vereda. No tiene sentido.
El Bruc a 10 de abril de 2010. Año Jacobeo.
Hoy empecé la etapa final pronto, muy temprano. La ansiedad me ha podido. Por un lado quería llegar a la meta y por otro lado quería seguir en el Camino. Pero lo he vivido, si lo vives, sea de la manera que quieras te mereces llegar.
A las 6:15 horas he empezado a andar, estaba oscuro y me ha costado encontrar el Camino pero una vez en él… un, dos, tres, toc (golpe de bastón), un, dos, tres, toc (golpe de bastón)… y cuando amanecía ya estaba llegando a Monte Do Gozo. Desayuno, fotos de rigor en el monumento, el último sello y hacia Santiago: un, dos, tres, toc (golpe de bastón). Y antes de las 10:00 ya estaba en el kilómetro 0 de la peregrinación. Fotos otra vez y al Hostal de los Reyes Católicos a ‘adecentarme’, que tenía que ir a la Misa del Peregrino y cumplir con las tradiciones en la catedral; los tres golpes, abrazar al Apóstol, orar en su tumba…
El resto del día, disfrutando del hostalito, siesta, baño y paseos por la ciudad. Estoy enamorado de Santiago, probablemente la capital espiritual de Europa.
Mañana desde casa escribiré el último post del Camino. En él, quiero plasmar reflexiones, experiencias, pensamientos y sensaciones que estos días me han dejado.
El Camino de Santiago es el Camino. Es la analogía de la vida misma, es la búsqueda, el ansia de la meta…
Pero si no vives el Camino ¿para qué quieres llegar?
Hoy el post será muy cortito ya que es tardísimo. He estado con @tonyfalcon de cena y viendo el Barça. Por cierto mañana abrazaré al apóstol aunque hoy en la tele hemos visto al dios del fútbol: Lionel Messi.
Al final he alargado la etapa y he andado algo más de 30 kilómetros. Fin de etapa Lavacolla: a 10 kilómetros de Santiago. Esto está chupao.
He llegado a las 5 de la tarde cansado pero muy bien de piernas, sobre todo muy bien de rodillas.
Tengo muchas cosas que contaros, de momento os dejo unas fotos para abrir boca. Lo más importante es que la raza de perros en esta zona de Galicia ha cambiado 😉 … He vuelto a encontrarme a la chinita … que en realidad es coreana…y cinturón negro de Taekwondo.
Mañana explico bien la jornada y mis reflexiones sobre el Camino. Buenas noches amig@s.
Lo más importante de hoy y la lección que he aprendido no me la ha dado el Camino sino mis amigos de twitter. En concreto debo agradecer la ayuda de @Tonyfalcon y de @FrankFraga. Y no es un agradecimiento cumplido, es de corazón, muchas gracias amigos por ocuparos y estar pendientes de mí. Tony, te prometo que no pongo más a parir a Galicia, ¡pero si esta tierra es cojonuda! y con gente como vosotros ¿Cómo no lo iba a ser? Frank ha sido un placer conocerte a ti y a tu familia. Y gracias por el rato de charla que hemos tenido, ya sabes, el día que vayas por Barcelona, tienes una obligación… ¡llamarme!
Para los que no sepáis de qué va esto os explico: Frank ha tenido los santos cojo… de traerme un cargador de iPhone desde la Coruña a Arzúa, no sabes cuanto te/os lo agradezco y Tony por coordinarlo todo ya que él no podía venir (tenía una reunión).
Y para que luego digan que el mundo no está cambiando, ¡viva lo 2.0! y mis amigos gallegos. No os hablo de solidaridad en el Camino sino de solidaridad twittera. Además de ser amigos de sus amigos, son del Barça, ¿qué más se puede pedir?
Pues como os decía, gracias a mis amigos casi no he vivido sin iPhone, que dijera lo que dijera, a estas alturas de la película se me haría complicado.
Sigamos con el Camino; hoy lo secundario.
¡No he visto a la chinita! ‘joé’ ya se me ha perdido, espero verla pronto, creo que os merecéis una foto suya..
Ayer mientras escribía el post en el hospedaje «A Cabaña» estuve de charla con otra niñita, esta vez alemana, y Silvia, te juro que además de simpática joven y germana, no era muy «agraciaica». Creo que tengo pinta de papá y atraigo a este tipo de niñas. Era una cría muy simpática y me comentó, que mañana (por hoy) enviaría la mochila en taxi, la chica iba destrozada, llevaba en sus piernas todo el Camino y tenía que estar este miércoles en Santiago: me comentó que con mochila no podría…
Y pardiez que tomó una buena decisión. Esta mañana me ha sobrepasado como una moto junto a otro chavalito (al que también vi hace unos días, y por la pinta de rubiales seguro que también era alemán). Me ha preguntado por mi rodilla… le he respondido que «not bad»… «so so» haciendo el típico gesto con la mano de «así así» (¿lo habrá pillao?) Sí ella hablara español le habría dicho algo parecido a… ‘aguantando pero jodido bonita ‘. No hay nada como el idioma de uno para poder expresarse con propiedad 😉
Y entre subidas y bajadas ha transcurrido el día, los paisajes preciosos y tengo mil anécdotas más que contar. Pero no me quiero poner pesado … ¡Ah! se me olvidaba… he comido en Ezequiel en Melide… probablemente el mejor pulpo del mundo.
Mañana hago la penúltima etapa, esto ya casi está. Es una etapa más plana que las que llevo hasta el momento. Bueno, mañana os cuento.
Un saludo y descansad. Yo lo voy a hacer seguro. Un abrazo a todos.
Esta noche he dormido como los ángeles en la Posada del Camino de Portomarín y anoche cené como un señor en su cenador; calidad y súper abundante «Menú del Peregrino». Entre nosotros y sin que nos escuche nadie, era exagerado. La atención y el servicio del lugar excelente y la posada auténtica, antigua pero peculiar, ¡vamos!, que he estado cómodo.
Os escribo intentando relajar mis doloridas piernas que acaban de sumar otros 25 kilómetros. La etapa de hoy ha sido de un sube que te sube constante. Nada más salir tienes 11 km. de cuestecita prolongada y bajo una niebla matinal propia de estos lares. Por cierto, hoy no ha llovido ¡Bien! El piso estaba casi sin barro.
Durante la subidita he ido detrás de un grupo de 8 niñas que por el acento eran vascas, no han parado de hablar en todo el rato… ¡uff!
A estas alturas del Camino hay muchos grupitos de peregrinos que vienen a hacer 5 días de excursión con los amigos. Se ven también grupos de señoras sesentonas ¡Qué mérito que tienen lleven mochila o no! A ver quién es el guapo que a su edad se pone a caminar por estos pagos.
Por cierto, volví a ver a la chinita, ella salía de un bar y yo entraba, se ha girado y me ha dicho «hoolla»… Le estoy cogiendo hasta cariño 😉
Además corren por aquí personajes muy curiosos. He charlado con un andaluz mayorcete, muy simpático y que con el frío que hace se despacha saludando a todo el mundo embutido en sus pantalones cortos y en una mochila que es más grande que él. Un cachondo.
En el último post haré una serie de reflexiones sobre el Camino, unas en serio y otras no tanto. Lo que tengo claro es que teorizaré sobre su moda. Hablaré de cosas como los chandals y de cómo esa prenda no está cumpliendo su verdadero cometido (el precalentamiento deportivo), ¿qué hace un chandal en el Camino de Santiago? También disertaré sobre las zapatillas de tenis, los pantalones de agua y sobre las gorras de beisbol…
Como ya os he dicho hoy no ha llovido y esa ha sido la mejor noticia del día, la peor… que se me ha roto el cargador del móvil. Lo llevo apagado para no quedarme sin batería y lo conecto si necesito llamar ¡Sin iPhone también se puede vivir!… aunque parezca mentira.
Mañana intentaré comprar un cargador en Melide y me parece que haré noche allí. Sólo son 15 kilómetros y con la excusa del cargador y el pulpo de Ezequiel…no sé si me quedaré ¡Mis rodillas se lo merecen y yo también! No me apetece afrontar mañana otra etapa de 30 kilómetros hasta Arzúa. Según he leído es la típica jornada gallega rompepiernas, sube, baja, baja y sube. Bueno, ya os diré que he hecho.
Perdonad pero no sé cuando podré colgar las fotos de hoy (por lo del iPhone).
Un saludo a todos y … Javi y Marta; portaros bien con Mamá.
En las fotos que al final he podido subir podéis ver la llave de la Posada de Portomarín, un área de descanso, «los pazos de Ulloa» (¿os suena?) y el pan gallego… es buenísimo.
Como ayer comenté, el día en Sarria resultó del todo provechoso y según lo que leí en la Guía del Camino la etapa de hoy tenía que ser agradable ¡No se equivocaba el librito! He salido sobre las 8:15 después de desayunar en el Hotel y he pasado por un paisaje de bosques autóctonos muy parecidos a los de San Xil, con repechones que se iban llevando con dignidad. No era una etapa de grandes subidas y bajadas (aunque en Galicia todo son subes y bajas). Ahora mismo recuerdo una, de rollito «muy brutal»… la bajada a Portomarín en la llegada al Miño.
He pasado por multitud de pueblecitos y aldeas gallegas, de los de casas de piedra y vacas en las calles. Y para resaltar la parte bucólica todo ello aderezado con aromas producidos por el abono natural del animalito en cuestión.
Como siempre, ¡ha llovido!, salvo un respiro entre 10 y 12. Y como siempre también, he visto caras conocidas; me he cruzado con la chinita made in USA… y me ha vuelto a sonreír.
Pero los hechos determinantes de hoy han sido que llevo muy bien la rodilla, que he caminado constantemente por entre el barro y los riachuelos crecidos por las lluvias. Se nota que mucha gente empieza en Sarria para hacer los últimos 100 km de la peregrinación (bastante personal en el Camino).
Otra circunstancia que me ha llamado la atención son los cientos de gatos y decenas de perros que hay en esas aldeas. Los perros son del tipo pastor alemán. Cualquier paisano de la zona te diría que su perro es un ‘perro lobo’. Fenotípicamente son bastante homogéneos, posiblemente, cuestiones endogámicas tienen la culpa. Pero la clave es la dominancia genética del genotipo ‘perro lobo’. Por ejemplo, si cruzas a una cabra con un Pastor Alemán, el resultante se parecerá al Pastor Alemán y si al hijo de este cruce lo cruzas con otra cabra, se seguirá pareciendo al abuelo, es decir, al Pastor Alemán 😉
Jajaja, perdonad por la disquisición pseudo-cinófila pero es que ya llevo 5 días de Camino en solitario. Mañana más y os contaré sobre un grupito de sesentonas que me voy encontrando en el Camino, van con un señor cincuentón que las cuida… según mi teoría… ¡ese es el cura!, jeje. Hasta mañana.