Las Puntas de Calnegre desde los ojos del corazón
Los lugares son como los sentimos.
En pocos días viajaré a mi querido pueblecito del sur de Murcia, ¡qué digo pueblecito!, casi mejor decir poblado.»Las Puntas» (Puntas de Calnegre) está equidistante entre dos bien conocidos pueblos de la región, Mazarrón y Águilas y pertenece a Lorca por la parte más municipal. Una Lorca hasta hace bien poco desconocida para la mayoría de no murcianos y puesta en el mapa por un terrible terremoto.
«Las Puntas», como le llaman los más allegados, forma parte de mi paraíso particular. Decir Puntas es decir libertad, decir Puntas es simplicidad, es mar, mar de verdad, con algas, con erizos y piedras, con levante y con lebeche y con sol, «muncho» sol.
Decir Puntas es sobre todo recordar cuando yo era un zagal. Decir Puntas y escuchar una voz que dice -ha llegado «el Catalán».
Decir Puntas es también decir «el Mapa», «los Eucaliptos» o el «Kilómetro quince» y a las nueve de la noche recoger el bocadillo de Nocilla que mi madre me preparaba. Decir Puntas es pensar en el patio de Elvira, la guitarra de Frank y en las estrellas. Decir Puntas y estoy viendo la pequeña televisión de don Mateo, el obligado cine casero en un poblado sin luz, al que acudían los veraneantes y algunos parroquianos que por supuesto se traían sus propias sillas para disfrutar de la sesión. Funcionaba con un pequeño generador, en las Puntas todo era pequeño menos el mar, en aquellos tiempos cuando no se había inventado ni las pulgadas ni el color, en aquellos tiempos de cuando yo era un chaval.
Decir Puntas y pasar por el cuartel, y de «puerta», Cristobal el guardia. Decir Puntas y jugar con los hijos de «el Cabo». Decir Puntas y montar en la burra de Ginés José y en Calnegre la sonrisa de mi amigo Paquito, el hijo de «el Rubio». Decir Puntas y ver la «Casa de los Lagartos», «el poyo» y las dos escaleras de atrás de «la Concha» o «la Mercedes» y su Bar. Decir Puntas y recordar la escuela y a la mujer de «el Yanki» llamando a voz en grito a su ¡Giiinesiiiiico y Periiiiiico!. Decir Puntas y barajar las siete y media a la luz de los candiles, a peseta y a cincuenta céntimos. Decir Puntas y observar las palmeras de doña Leticia, y a lo lejos la «Casa Colorá«, más allá, cerquita la mar.
Decir Puntas y correr entre las tomateras, cabezos, calas y playas. Decir Puntas y nadar entre rascacias, lechas y pulpos. Y haber conocido a gentes, gentes como Vicente, la Anica o Norberto, y otros; el Nene, la Paqui, la Mamen, Francisco el gitano, la Gini, Martín y no muchos más.
Decir Puntas y bailar las fiestas del pueblo, y «enlestirse», pantalones apretados blancos y paseos, calle arriba y calle abajo. Decir Puntas y nunca querer recogerse. Decir Puntas era y es libertad, levante y lebeche y mar.
Decir Puntas son mis ojos de niño soñando sin mirar y ver a mis hijos hacer las cosas, de cuando yo era un zagal.
PD (Las gentes de Puntas llevan ya tiempo luchando contra el derribo de sus viviendas por no sé qué líos de mojones y lindes; cosas de leyes de costa e intereses de políticos y especuladores. Queridos amigos punteros, estoy con vosotros de todo corazón)
Yo viví esa época en puntas y efectivamente, la has descrito tal y como la recuerdo
Gracias por tu opinión, Juan. La verdad, es que Puntas era espectacular y todavía tiene gran parte del encanto que tenía. Un abrazo.
Yo que soy uno de los hijos del Cabo mencionados, concretamente Francisco, te agradezco este artículo que revive recuerdos dos de hace tantos años. Un fuerte abrazo
¡Qué ilusión Francisco!, espero que todo te vaya bien. Muchos recuerdos a la familia. Yo en pocos días vuelvo para Puntas. Es mi sitio de referencia, mi pequeño paraíso. Espero volver a verte. Te envío un email en privado. Abrazos.