Y después de sufrir mi butaca ‘atutiplen confort’ llegué a Ponferrada. No he dormido demasiado, algo más de tres horas y cuando me he despertado he visto que el compañero de a mi izquierda estaba sentado tres filas por delante de mí ¿Habré roncado?
Nada más poner el pie en Ponferrada he ido al bar de la estación -por favor señora, ¿me pone un café con leché? y eso de ahí, ¿son churros?…
-El café con leche, ¿lo quiere grande o pequeño?
– Sí señora, grande… y ¿tiene también medidas para los churros?… creo que no me miró bien.
Después de que la señora me diera las oportunas explicaciones de cómo llegar al Camino me vi en la calle y lloviendo a todo llover. Al cabo de 200 metros me di cuenta de que algo iba mal, no me digáis el qué, pero el instinto Muñoz me avisó de que no llevaba la dirección correcta.
-Señor ¿El Castillo?
-Va usted en la dirección contraria, pues venga, media vuelta y hacia el Camino. Acababa de incumplir la primera regla del Peregrino, ‘ni un solo paso hacia atrás’.
Tardé una hora en salir de Ponferrada y lo curioso es que casi no he visto peregrinos. Uno con todos los chubasqueros del mundo encima me ha ido siguiendo durante el recorrido por la ciudad, dos chicas de Albacete que me han preguntado y con las que he recorrido unos 7 kilómetros, y un par de grupitos de bicigrinos que me han adelantado rueda que te rueda y a todo rodar -cómo añoro la bici, Dios… ;).
Perdón, también he visto a otra peregrina que al final no lo era. A la altura de Fuentes Nuevas he caminado durante un buen rato detrás de una figura que se me antojaba que llevaba bordón y capelina. Cuando he llegado a su altura he podido comprobar que tenía unos 80 años, (cinco más, cinco menos) y que caminaba con un palo a la espalda, un chal y zapatillas de andar por casa. Por Dios ¿De qué están hechas estas mujeres?
Físicamente me he encontrado muy bien. El final de la etapa se me ha hecho muy pesado porque he escogido el ‘El Camino Viejo’ para llegar a Villafranca. Subes y bajas continuados entre lomas plagadas de viñedos. Por cierto, el fruto de la vid de la variedad Mencía ya ha sido catado convenientemente.
Para compensar mi tacañería con el tren he cogido habitación en el hotel Plaza; que lógicamente está situado en la plaza mayor del pueblo… ¡pero a quién se le ocurre viajar en butaca por mucho que sea ‘atutiplén confort’!, debería haber viajado en coche cama.
Y como el camino es una analogía de la vida, la etapa de hoy me ha dejado tres lecciones:
1a Roncar no tiene porque ser malo, sólo hay que saber utilizarlo.
2a Una señora de pueblo puede con todo aunque tenga 80 años.
3a Los errores se compensan con aciertos y escoger el Hotel Plaza lo ha sido.
Y ahora en serio, hoy he andado durante 24 kilómetros y empiezo a este cansado, mañana me espera la etapa más dura del Camino; Ocebreiro (30 kilómetros después).
Un saludo a todos y besos y abrazos a quien corresponda.


Replica a Edu Casabella Cancelar la respuesta